sábado, 29 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 1 - SEGUNDA TEMPORADA

Me gustaba ver salir el humo de mi boca. Quizás era la única razón por la que fumaba. Y porque la nicotina era la que decidía calmar mis nervios. Me gustaba abrir la boca y dejar salir el humo a su aire, ver como elegía su camino sin que le importara nada más que su propio capricho.
Estaba en un punto de relajación en el que lo único que te diferenciaba en ese momento de un ser inerte, es de que sabías que existías.

Eché un vistazo al cielo; ni una nube, ni una ráfaga de viento que quizás evitaría un sentimiento de agobio y sofoco. Bécquer decía que mientras hubiera primavera, habría poesía y quizás fuera verdad. Era la época en que Hari sonreía más al ver a los polluelos exigir comida a su madre, en el que recogía flores para que Jenn le hiciera una corona con ellas, en el que podía empezar a llevar su vestido favorito del mundo mundial, que aunque era demasiado colorido para mi gusto, a ella le quedaba precioso. Y su sonrisa era poesía, así que quizás, sí que estuviera de acuerdo con el viejo Bécquer.

Estaba en tal punto de relajación que no oí la puerta corredera de la casa abrirse. Fue cuando la pequeña me habló desde la lejanía del jardín.

-Papá...-me llamo con voz cansada.

Me puse en tensión, saqué el humo por la boca con rapidez y lancé el cigarro a medio empezar al jardín del vecino.
Cuando Hari apareció a mi lado, esperé a que mi olor a humo no me delatase esta vez. Jenn era un tanto estricta con que no fumara delante de nuestra hija. Cuando le respondía con los ojos en blanco las primeras veces en que me mandaba que no quería humo delante de la chiquilla, me argumentaba que los niños de cinco años imitaban el comportamiento de sus mayores. Y al final, acabé por aceptar su condición. Al fin y al cabo, tenía razón.

-Dime, ¿has acabado ya el dibujo?-le pregunté mientras le daba la vuelta y la metía dentro de casa, rezando para que no le hubiera dado tiempo a oler el aire que había dejado el cigarro.
-Es que no me sale…

Su voz era una mezcla entre tristeza, desesperación y decepción.
Cuando entramos a dentro, me dirigí a la mesa del comedor donde restos de goma ensuciaban el boceto-cosa que detestaba por el estrés que me producía- y algún que otro lápiz con la punta casi agotada.

-A ver…-la cogí por debajo de las axilas y la senté en mi regazo, justo después de yo sentarme en la silla.

El caballo (o “pony” como a ella le gustaba llamarlo) que había empezado a hacer estaba desproporcionado por la cabeza y las patas, pero no estaba nada mal para la edad que tenía. O quizás era sólo la visión del papel de padre.

-Hari, el dibujo está muy bien. No nacemos enseñados.

Agarré el lápiz y se lo acerqué a la cara.

-Pero si no le haces punta, aunque dibujes perfectamente, te va a salir un churro patatero.

Soltó una carcajada dulce y aproveché para meterle la punta dentro de la nariz, y ella me respondió con un quejido divertido. Después de afilarlo con ganas, exagerando mucho mis movimientos para que ella tomara nota, coloqué mi mano estratégicamente sobre la suya, y le fui guiando encima del lienzo. Ella se sentía orgullosa de estar perfeccionando ese pony, y yo feliz de que creyera que aunque, no fuera verdad del todo, se estaba superando.


Mientras, podía sentir la mirada divertida de Jenn desde la cocina, mientras el olor a pasta rellena iba creciendo e inundando toda la casa.

Cuando el boceto principal del caballo estuvo acabado, la dejé sola para que lo pintara y yo me dirigí a la cocina americana y abierta que se encontraba en el mismo comedor. Había que reconocerlo: mi casa era preciosa. Moderna como yo quería, y sencilla y con encanto como Jenn pedía. Por suerte, podíamos permitirnos los caprichos que quisiéramos. Es gracioso y a la vez irónico, como la vida te prepara desde la niñez a vivir una vida asquerosamente pobre, y cuando llegas a la madurez, todo eso a lo que te habías acostumbrado a vivir, no serviría de nada. Aunque por supuesto, lo prefiero así.
Recorrí la encimera y me coloqué detrás de Jenn, mientras ella se ocupaba de cortar zanahorias para la ensalada. Le pasé las manos y los brazos por la espalda y la abracé por la cintura. Le aparté el pelo para dejar su cuello desnudo y se lo besé. Soltó un quejido vago pero a la vez demostraba como disfrutaba que le hiciera eso.




-Aquí no…-murmuró
-Síii…-dije con tono de niño pequeño.

La silla donde Hari se sentaba nos daba la espalda, y estaba demasiada concentrada en su dibujo como para oír algo. Aunque sabía perfectamente que nada pasaría en ese momento, me gustaba provocarla sin razón aparente, porque me resultaba gracioso. Aunque inconscientemente, me provocaba a mí mismo también.

-Huele que alimenta.
-El relleno de la pasta es tu favorito.
-No estoy hablando de la pasta.

E inspiré su aroma, que en años, no había cambiado.
Sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco. Le di un beso corto y me separé de su cuerpo no sin antes cogerle un trozo cortado de zanahoria y comérmelo.

-¿Comemos en el jardín?-pregunté
-¡SÍ!-gritó Hari como si le acabaran de dar una carga eléctrica.
-Pero si está sucia la mesa de fuera-respondió Jenn
-Da igual, mama. Se limpia y ya está.
-Claro, ¿la limpias tú o la limpia tu padre?-preguntó divertida, con una ceja levantada.
-Hari-respondí señalándola.
-Papá-respondió ella al mismo tiempo, señalándome también.
-¿Qué? ¿Cómo que “papá”?-pregunté fingiendo estar ofendido.


La hora de la siesta era mi favorita de todas. El sofá se convertía en un horno agradable en el que cada uno tenía su puesto asignado: yo me quedaba en un extremo, Jenn apoyaba la cabeza en mis piernas y Hari en las suyas. Sus respiraciones se habían acompasado al dormirse y mis párpados empezaban a pesar más de lo normal. No aguantaría despierto mucho más.

Fue el ruido del móvil que me hizo despertarme, y a la vez, informarme de que me había quedado dormido. No era mi teléfono, claramente. Jenn se quejó y se incorporó cuidadosamente, intentando molestar lo menos posible a Hari, que seguía durmiendo. Cuando pasó por frente mío, cerré los ojos y me hice el dormido, pero los volví a abrir cuando volteó el sofá y buscó su móvil.
Desde el reflejo de la pantalla de la televisión la veía rebuscar en su bolso.

-¿Diga?
-…
-Sí, puedo hablar, dime.
-…

El de detrás de la línea habló durante unos minutos y podía notar como la cara de Jenn se volvía más cansada y desanimada. Se restregaba los ojos con la palma de la mano y se acabó sentando en una silla de la mesa del comedor.

-¿Sólo son esos cuatro días?
-…

Lanzó una mirada de tristeza al sofá, y aunque no nos podía ver, su rostro reflejaba añoranza. Habló despacio y sin ganas.

-No, no es eso. Simplemente… que hace menos de una semana que he vuelto de una exposición en Holanda y ya tengo que irme a otra.
-…
-Lo sé, pero mi familia no tiene por qué pagar los contras de mis sueños.
-…
-Lo sé. Sí.
-…
-Vale, allí estaré. Gracias.

No dejó tiempo para que se despidiera el otro cuando colgó. Dejó el móvil en la mesa y soltó un largo suspiro.
No dije nada, no me moví. Me mantuve estirado en la misma posición incluso después de que ella saliera por la puerta de casa y cogiera el coche, con el ronroneo del motor alejándose calle abajo como forma de despido inexistente.

Después de cenar y ordenar la compra que Jenn había traído, seguía sin decir nada al respecto de esa llamada. No quería presionarla porque conocía la dificultad que tenía al darnos las noticias relacionadas con viajes de trabajo. Sabía que se encontraba entre la espada y la pared cuando su familia y su trabajo de ensueño chocaban. Y aunque fuera difícil para mí y para Hari, no verla durante días, me alegraba y me sentía orgulloso por ella; y se lo repetía siempre que se derrumbaba al decírnoslo.
Entramos juntos en nuestra habitación, mientras ella se ocupaba de ponerse el pijama y traerme uno limpio a mí, yo desplegaba las sábanas y sacaba los cojines.

-Hoy me ha llamado Raúl.
-¿Sí? ¿Cuándo?
-Estabais durmiendo.

Me hablaba de espaldas mientras se decidía por mi pijama negro o el azul. O quizás, simplemente perdía tiempo para evitar mirarme a la cara.

-Y… ¿qué te ha dicho?
-Hay una exposición en Londres. El museo está interesado en los trabajos que hice en blanco y negro.
-¿El de “soupir”?-suspiro en francés-.
-Sí.
-Esas fotos fueron espectaculares. ¿Quién diría que las arrugas de unos viejos darían tanto juego?- dije, para hacerle saber de que estaba totalmente de acuerdo con que aceptara el trabajo.

Se dio la vuelta con mi pantalón negro y sus ojos me hicieron saber de que no estaba preguntas irónicas.

-No hace ni cinco días que he vuelto y ya tengo que volver a irme. Y… no puedo evitar sentir que me estoy perdiendo la vida con mi familia. Soy una madre antes que una fotógrafa.

Paré de sacarme la camiseta y la miré. Lentamente, me la acabé de sacar por encima de la cabeza.

-¿Te hace ilusión ir?
-Claro que me hace ilusión. Londres es una de las ciudades más ricas en cultura fotográfica.
-Entonces no tienes por qué preocuparte de estar saltándote nada en tu vida. Tu sueño siempre ha sido dedicarte a este arte, y mientras lo estés consiguiendo, te aseguro que ni Hari ni a mí nos va a doler decirte adiós con la mano de entre los cristales del aeropuerto.

Esta vez, fue ella quien paró de ponerse su pijama quedándose en ropa interior y me miró a los ojos. Se quedó en silencio durante unos segundos.

-¿Por qué siempre encuentras las palabras perfectas cuando me siento mal con lo que hago?

Sonreí por lo bajo y cuando iba a dar una respuesta irónica halagando mis años de práctica con ella, sus labios atraparon los míos. Había recorrido el colchón con las rodillas en un momento y ahora sus brazos envolvían mi cuello. Pensé en que sería uno de esos besos cortos y reconfortantes, pero esa idea se esfumó cuando la duración de contacto traspasó los límites, y sabía por dónde quería ir.
Su lengua jugaba con la mía, y el beso que había empezado dulcemente, se volvía más fiero cada segundo que pasaba. Su mano repasó cada centímetro de mi pecho y luego de mi abdomen, su piel era suave y cálida, como el hogar que ni ella ni yo nunca tuvimos.

Pasé mis manos por su espalda y luego por sus nalgas. Se las agarré y la acerqué a mi cuerpo que se había encendido como si de una chispa se tratase. Mientras ella se encargaba del botón escurridizo de mi tejano negro, yo me ocupaba de su cuello y sus debilidades.
Cuando consiguió separar el botón, la empujé contra el colchón y me tiré encima, aguantando mi peso con mis brazos a ambos lados de su cabeza.




-En catorce años que llevamos juntos no has dejado de ponerme en ningún momento-me comentó aceleradamente mientras me hacía estremecerme.
-Adoro cuando hablas guarro conmigo-le dije sonriendo en su boca.


Me pellizcó con cariño en el interior de mi brazo con el que estaba ocupándose en ese momento y volvió a besarme. 

lunes, 29 de septiembre de 2014

AVISO DE NUEVA TEMPORADA

Hola!

Madre mía, va a hacer casi un año que no escribo en este blog. He visto que las visitas han subido un montón, y no podéis ni imaginaros de la alegría que siento. A raíz de eso, me he dado cuenta de que echo de menos a todos los personajes que creé en esta novela y de que voy a hacer una nueva temporada.

Va a seguir con Alan, Lana, Jenn y nuevos personajes, pero diez años más tarde. (Recordad que en el epílogo explicaba que Jenn y Alan a los treinta y tres años tienen una hija) 

Aunque estoy segura de que muchos no tendréis Wattpad, os informo de que estoy subiendo esta novela (la que seguramente habréis leído) pero mejorada. La verdad es que he mejorado bastante en mi forma de escribir -o eso creo yo-, y decidí volverla a escribir ahí. Si os interesa, mi usuario de Wattpad es @CigarrettesAndLana y mi twitter es @MrsSparrowWife, por si os interesa las chorradas que digo. Supongo que muchos me conoceréis por la página de Facebook ( https://www.facebook.com/novelasdelanadelrey?fref=ts ) y si no pues ahí la tenéis.

Subiré capitulo dentro de nada (mi puntualidad es relativa, vale.) . Como siempre, muchas gracias por estar ahí, por apoyarme indirectamente en mi pasión por la escritura, de verdad. 

Un abrazo.



lunes, 13 de enero de 2014

CAPITULO 39 (Final)

Lucky Ones, la cantó triste, ausente....





















Incluso ya acabando, empezó a llorar, con que el público la aplaudió como muestra de apoyo, ella les respondió con una sonrisa sincera y agradecida.


Me siento mal por ser la razón de sus lágrimas. Tengo que hablar con ella, al menos, para hacerle entender que no tenía porqué sentirse mal por los actos que había echo, y con las consecuencias de ellos.

Cuando por fin desaparece del escenario, toda la gente empieza a moverse, para ir saliendo de ahí, yo soy el primero que me levanto al verla desaparecer. Ahora que los guardias están atentos a la gente que sale, es mi oportunidad. Camino por el recinto, ya no veo a tanta gente, como había en la platea y en las gradas. Todo el mundo se dirige a la salida (en dirección contraria a donde yo voy), pero soy lo bastante astuto, para ir escondiéndome para que nadie me vea. He llegado a la parte trasera del escenario, donde están todos los controles de sonido y luces, no hay nadie, pero se oyen risas cerca. Hay una vaya que separa el "detrás del escenario" con "por donde la gente puede pasar". Miro alrededor, no hay nadie. Y empiezo a escalar, hay agujeros, así que no me resulta muy difícil llegar a la otra parte. Por fin dentro, me escondo entre unos altavoces gigantes y vuelvo a mirar que no haya nadie cerca. Observo los posibles lugares donde Lana podría estar....
a) O ha ido a cambiarse, aunque no creo, porque ella siempre sale con la ropa, con la que ha actuado.
b) Está con los músicos dándole la enhorabuena por el concierto.
c) Estará fumando.

Y sí, conociéndola, la opción "c" es la más acertada. Hará la "b" después, pero el cigarro es sagrado. A mi lado derecho, hay un edificio, que forma parte del festival. Los conciertos que se hacen aquí, por estas fechas, se hacen en un lugar histórico, así que el edificio estará en funcionamiento, porque hay luz dentro. Me fijo más y veo que hay balcones, y arriba está el tejado o el ático, y me apuesto mi brazo izquierdo que se podrá subir, y estará allí. Seguro, segurísimo.

Salgo de mi escondite, y observo por fuera de la ventana, hay camareros dentro, acabando de poner todos los platos con comida. Y no hay músicos, ni técnicos de sonido, ni de luces. Y las risas y las conversaciones suenan aquí fuera. Tengo que darme prisa. Entro dentro del edificio, sigilosamente, en el comedor, veo a un camarero de espaldas poniendo el ponche en una de las mesas. Corro hacia las escaleras, y las subo de tres en tres, silenciosamente. Subo, tres plantas, hasta que en la cuarta, me recibe una puerta. Por fin, el ático.
Inspiro y expiro antes de mover la palanca para que se abra. Hay una mujer apoyada en el extremo del ático, y como me esperaba, sale humo por un lado de su rostro. Es ella. Nunca confundiría su manera tan elegante de fumar y de coger el cigarro. Cierro la puerta con delicadeza. Ando hacia ella y la oigo suspirar.

-Dile a Algeed que ahora bajo-dice ella cansada de repetirlo.

¿Algeed? Suena a nombre alemán. Me habrá confundido con alguien.

-Lo haría. Si supiera quién es.

Al oír mi voz, pone la columna totalmente recta y se gira de golpe.

-Alan-me dice sin creérselo aún.

Trago saliva.

-Hola.

Se acerca, con paso inseguro, para abrazarme. Yo doy otro paso hacia ella y la abrazo fuerte. Su aroma, su pelo, su piel, toda ella, por fin otra vez conmigo. Me tomo el lujo de inspirar su olor agradable, durante unos segundos. Pone su mano en mi pelo y me acaricia con ganas.

-Te he echado de menos. Muchísimo de menos.-me susurra
-Y yo.

Se separa, pero no deja ir sus manos de mi hombro y de mi pelo.

-Déjame pedirte perdón-le digo antes de que ella diga algo- No he sido ni la mitad de bueno que debería haber sido contigo.
-No-me corta enseguida-. No te das cuenta, de que eso es lo que me gusta de ti. Tu forma de ser, completa con la mía. No busco un hombre que me invite a cenar a un restaurante caro cada noche. No busco un hombre que me lleve el desayuno a la cama con una rosa, cada mañana. No busco un hombre que me prometa cosas que sabe que no va a poder cumplir. Busco un hombre que me despierte mordiéndome la nariz por las mañanas. Busco un hombre que me lleve a sitios prohibidos y que le importe una mierda las consecuencias que eso lleve. Busco a un hombre que piense en el presente, y solamente en el presente.

No digo nada. No sé qué decir. Ella se da la vuelta, y vuelve a colocarse apoyada en el extremo del ático, con su misma postura de antes. Le da una calada al cigarro. Me coloco a su lado. Saco uno de mi paquete y lo enciendo.


Un minuto después, gira la cabeza hacia mi y me observa. Hago lo mismo.




-¿Porqué has venido?

¿Le digo la verdad? No puedo mentirle. La echo de menos, y eso es la única verdad.

-Tenía pesadillas... La última la tuve ayer... Primero aparecía Bruno... dándome tu CD de Lizzy Grant, y luego cuando lo abrazaba, se desvanecía.
-¿Se desvanecía?

Tengo que contárselo. Tuerzo la mandíbula y alguien me da una patada invisible en el corazón.

-Elizabeth... Bruno ha muerto.

Su rostro cambia completamente, y traga saliva. Yo le doy una nueva calada al cigarro

-Le dispararon, y murió. De hecho... te doy las gracias por haberte ido antes de que todo esto ocurriera... Podrían haberte hecho daño al saber que tú tienes dinero... Y si te hubiera pasado algo a ti, no lo hubiera soportado.

Sigue mirándome aún sin creérselo.

-Lo siento mucho.
-No tienes la culpa.

Se vuelve a apoyar en la vaya del balcón y le da otra calada al cigarro. Esa noticia parece haberla dejado en shock.

-En mi pesadilla de anoche, también salías tú.

Vuelve a mirarme, sin saber que decir.

-Estabas... estabas en un campo. No había nadie más... Yo me acercaba a ti, y tú me sonreías, pero no te devolvía la sonrisa porque sabía que eso no era real, y que solo era otro producto de mi imaginación. Después, me tumbaba a tu lado y te cogía de la mano... Y tú me pedías que te besase. Yo lo hacía, sin intender muy bien el propósito de ese beso, luego empezaba a llover, me sonreías por última vez, y desaparecías como Bruno. El caso es... que en ese sueño... podía notarte, podía notar tu piel, no era como el de Bruno, que parecía que abrazase al aire, yo... estaba casi seguro que eso era real, aunque en el fondo sabía que no lo era.

Esboza una sonrisa.


-¿Tienes idea de porqué sueñas eso?
-Sí. De hecho, incluso antes de darte el primer beso, sabía que te irías un día de estos. Lo sabía. Pero no quería reconocerlo... Estaba tan emocionado de que estuvieras a mi lado... Que el tiempo no se paró ni un segundo para que reflexionara.

Y entonces me besa, así sin aviso previo, sin verlo venir, me la encuentro labios con labios.



Y es que, no me molesto en apartarme, ni en quedarme pasmado, le sigo el beso hasta que segundos después, ella se separa.

-Tenía que hacerlo... Antes de que te fueras.

-Elizabeth-llama alguien desde la puerta.

Nos giramos.



-Ya voy, Algeed. Ahora bajo-dice Lana con una sonrisa.

El hombre cierra la puerta y ella me vuelve a mirar.

-Te esperan-le digo sonriendo, intentando que no parezca muy falsa.
-No te vayas.
-Estoy aquí-le reprimo cogiéndola de las manos, dulcemente.



-Siempre he estado aquí, incluso cuando no lo sabías. Y siempre estaré aquí, incluso cuando tu ya no lo creas.

Esboza una sonrisa, como si ya supiera que iba a decir algo así. Cómo me conoce. Aunque vuelve a bajar la vista, triste.

-Eh-le pongo el dedo en la barbilla y hago que me mire-. ¿Y esos morros tan largos? Anima esa cara.



-Vale.
-¿Vale? No es una pregunta.

Y vuelve a reírse.

-Venga, que Agid te va a venir a buscar con ventosas.
-Algeed-me rectifica riendo.
-Pues eso he dicho.

Me vuelve a abrazar fuerte. Y tengo la sensación, que ese será nuestro último abrazo.

-Ale, ves, ves-le mando señalando con la mano la puerta, como si fuera una niña pequeña.

Se da la vuelta y me sonríe, por última vez. Yo hago lo mismo, durante todo su trayecto hacia la puerta. Al estar justo en donde separa mi vista de ella, me vuelve a esbozar una sonrisa y yo engrandezco más la mía y cuando ya desaparece por la puerta. La borro, automáticamente. Como si ella fuera la que alimenta mis ganas de sonreír y ahora ya no esté. Cierro los ojos y miro hacia el cielo estrellado.



Esto tenía que pasar, ¿no? Su mundo no es para mí, y mi mundo no es para ella. No la voy a dejar de querer, por mucho que quiera. Ella ha sido la que me ha acompañado durante toda mi vida. Porque la música, al fin y al cabo es eso. La que te acompaña a cualquier lado, sin preguntar el qué, el dónde, ni el porqué. Simplemente, va si tiene que ir.


La persona, real, la que está y estará, está en Barcelona. Seguramente, esperando a que le dé una explicación de porqué me he marchado sin más, sin avisar. Estará histérica, pero resulta gracioso verla enfadada. Al menos, siempre me lo ha parecido, es como una niña pequeña, a la que no le dan caramelos y por eso llora. Una estúpida niña que se enrabia por todo. Pero como quiero a esa estúpida niña...






Pongo la llave dentro de la cerradura, y la hago girar, al entrar, veo como Jenn se levanta del sofá y se cruza de brazos. 

-Bueno, ¡por fin! ¡Te he llamado unas quinientas cincuenta veces y ya me he aprendido de memoria tu contestador!

Pero no le contesto, me acerco a ella con paso acelerado y sonriente, le paso los brazos por la cintura y la beso. Ese beso, me recuerda al primero. Al que yo le robé cuando aún iba al instituto. En el que ella se sorprende pero después se funde en él. Y ahí me acabo de dar cuenta, definitivamente, de que ella es la mujer de mi vida.















EPÍLOGO:

Lana, empezó a salir con un tal Barrie (escocés) a los cuatro meses de nuestro encuentro en Berlín. Él era cantante de un grupo, no tan famoso, y ahí lo conoció. Tenía la voz muy relajante y grave, era una voz peculiar. Mentiría si dijera de que me alegraba de que ella tuviera una nueva pareja, pero tenía un sentimiento bipolar, al saber de que ella estaría bien y estaba feliz con él, cosa que me agradaba. 

Seguía en contacto con Ali, al fin y al cabo, ella me había ayudado en una gran parte de mi vida. Se convirtió muy amiga de Jenn, Laura y mía.

Bruno... Bruno quedaría presente en mí, para siempre. No había un día en que no maldiciera esa bala y esa pistola. Guardaba nuestras fotos como si fueran tesoros. Era mi mejor amigo, sigue siendo mi mejor amigo. 

Jenn y yo empezamos a salir juntos. Al principio, creo que ninguno de los dos estaba muy seguro de ello, pero cuanto más pasaba el tiempo, más me iba dando cuenta, que eramos iguales. En todos los sentidos. La amé, todos los días de mi vida, al igual que hice con la otra mujer de mi vida. Mi hija. A los treinta y tres años, Jenn se quedó embarazada, cuando lo sintió dentro, se asustó, pero le repetí mil veces que era una señal del caprichoso destino. Ella era como su madre. Como Jenn. Rubia, las mismas manos, la misma sonrisa, sin embargo los ojos salieron a mí, verde, color bosque, color libertad.

Sigo repitiéndome que ir a París ese 11 de noviembre, fue algo que cambió mi vida radicalmente. Tanto para bien como para mal, pero lo hizo. Algo que no cambiaría, por nada ni por nadie. Conocer a la persona que lleva contigo siempre, es algo importante. Pero... conocerse a uno mismo es mejor.

¿No?






lunes, 6 de enero de 2014

CAPITULO 38

Dos horas después, Jenn decide irse.
-Cualquier cosa, llámame, por favor.
-Vale.
-Mañana vendré a verte.
-Vale.
-Cuídate, y no me hagas ninguna tontería.

Me abraza y luego me besa la mejilla.


Después de cenar, leo, juego con Moon y Sam, toco el piano y luego voy a dormir.


 Son las once, demasiado pronto para lo que estoy acostumbrado. Pero no hay nada interesante que hacer en esta maldita casa vacía.






En mi sueño, me encuentro durmiendo en mi cama, Bruno entra por la puerta y ve que estoy durmiendo. Se acerca y me deja el CD de Lana, apoyado en mi cuerpo. No es Born to Die, ni tampoco Paradise. Es el de A.K.A Lizzy Grant. Estuve como tres meses buscando ese CD por todas las tiendas donde se suponen que venden "música de calidad". Pero nada. Ella no era lo bastante famosa para que le dieran una oportunidad esas tiendas.

-Te lo debía-me dice él sonriente.

Ya echaba de menos sus sonrisas torcidas, aunque no fueran reales, si no un producto de mi imaginación. En el sueño, me desperté y lo vi. Me levanté y lo abracé. No notaba su cuerpo, es como si abrazara el aire.

-No te vayas.
-Soy un producto de tu imaginación. No puedo decidir eso.

Y se desvanece en el aire. Me quedo solo en la habitación. Otra vez.

El sueño cambia, y ya no estoy en mi habitación, ni en mi casa. Ahora estoy en un campo verde. Creo que es el campo más bonito que he visto y veré. Es como de esos que te ponen en el fondo de pantalla de Windows cuando compras un ordenador. Pero este es mucho más agradable y bonito.
Por la temperatura, calculo que será finales de primavera, porque hace calor, pero es una calor aguantable. Hace un sol radiante, y eso hace que me sea más difícil ver a la persona que está estirada a unos metros delante mío. Miro a mi alrededor, no hay nadie más.

Me acerco inseguro, a esa figura estirada en el hierba. Cada vez que doy un paso al frente, la figura va cogiendo forma de una mujer. Una chica joven. ¿De verdad aparece hasta en mis sueños? Es Elizabeth, por supuesto que es Elizabeth. Me quedo quieto un metro antes de llegar a su cuerpo. Parece que esta aprovechando el calor, y toma el Sol. Está feliz. Lo sé porque esa sonrisa que hace. Abre los ojos delicadamente y me ve. Me sonríe aún más.

Yo no le sonrío. Sé que es un sueño. Y que no sea la realidad es lo que me pone triste. Mis ojeras lo demuestran. El pelo le brilla a un lado, al igual que su perfecto cuerpo. Sus manos de porcelana acarician la hierba. Me acerco a ella, y me tumbo a su lado sin decir nada. Nos miramos y me contagia una sonrisa. Le cojo de la mano, y esta vez si que la noto como si fuera real. Echaba de menos poder hacer eso. Me pasa los dedos por el brazo, luego el hombro, y finalmente por mi clavícula.



-Bésame-me pide ella.
-No eres real. Esto no es real.
-Pues haz que lo sea.

No entiendo el qué y el porqué me lo pide. Pero yo obedezco (¿cómo no obedecer a eso?). Me apoyo en mi codo, me inclino hacia ella, y entonces, Lana me coge de mi cadena (la que me regaló mi madre, la que siempre llevo puesta) y me acerca más hacia sus labios, para que acabe lo empezado.



Un beso que echaba de menos, extrañado. Y cálido, como todos los que ella da.




Noto una gota que cae en mi cabeza. Luego otra, y luego se convierte en lluvia, claramente. En cuatro segundos, ya estamos casi empapados. Lana se ríe en mi boca, literalmente.




Y desaparece. Se desvanece como Bruno. Quedo unos segundos sin saber que hacer, ahora estoy totalmente empapado.

-No-digo tocando la hierba donde antes ella estaba tumbada-No, no, no. No te vayas.

Me levanto de un salto. Y vuelvo a mirar a mi alrededor. Con la lluvia, mi visión pierde cualidades, pero tengo la bastante para saber que no hay nadie allí. Empiezo a correr, sin saber hacia dónde. No se puede largar sin más.

-¡Elizabeth!


Solo el sonido del agua me responde. Estoy solo.

Otra vez.







Mi cuerpo se despierta de golpe. Ha desaparecido, y eso acelera la adrenalina de mi cuerpo, en la vida real. Miro el reloj del móvil. Las cuatro y media de la mañana. No voy a volver a dormirme, lo sé.

Me levanto en calzoncillos de la cama y rebusco la cartera en el bolsillo del pantalón. La abro y cuento el dinero que hay. Cincuenta y cinco euros con ochenta y tres céntimos. Busco por mi habitación, por el espacio del sofá y encuentro 4 euros más. Lo reúno todo en el escritorio. Enciendo el portátil y entro el la página en la que antes era muy aficionado, ha sido creada por y para fans de Lana del Rey. Doy un pequeño brinco en la silla, al ver en el portal de la página, las fotos que nos hicieron los paparazzis a mi y a Lizzy. Estamos ahí, cogidos de la mano. Voy directo al botón de "Tours y próximos conciertos". Siguiente concierto, Berlín, hoy. Me pongo unos pantalones negros y una camiseta limpia.


Cojo todo el dinero y lo meto en el la cartera. No sé si el "no hagas ninguna tontería" de Jenn significaba esto. Pero me da igual. Bajo corriendo las escaleras del edificio. Al salir, un viento cálido me pasa por la cara. Qué agobio. Con razón prefiero el invierno. Pido un taxi, y le mando hacia el aeropuerto.



-¿Cuanto costaría un billete a Berlín?
-Depende en que compañía lo coja.
-El más barato. Me da igual que clase sea, como si voy en el lugar de las maletas.

La chica mira algo por su ordenador.

-Hay un avión que sale dentro de una hora y media y te cuesta 58,70.
-Vale, ese mismo. ¿Cuanto se tarda de aquí a Berlín?
-Entre cuatro y cinco horas, si todo va bien.

El concierto empieza a las cinco de la tarde, si llego, llegaré justo.

-¿Ida y vuelta?
-Solo ida.


Una hora y media después, el avión despega. Ahora entiendo porque el billete costaba tan barato, es una compañía que no conoce ni su madre, el avión es pequeño y viejo, y durante casi cuatro horas voy a tener que aguantar el llanto de niños pequeños.

Duermo durante una hora y media, el resto, lo paso escuchando música. Meto mi mano en el bolsillo y saco la cartera. Me quedan cuatro euros. No sé siquiera cómo voy a volver a pagar el billete de vuelta a Barcelona, pero ahora no puedo permitir pensar en eso. Justo cuando voy a volver a cerrar la cartera, veo un papelito en el lugar de las tarjetas. Lo saco y lo despliego y me doy cuenta que es una entrada para el concierto de Lana en París. El que me regaló Jenn, hace meses atrás. El comienzo de todo. Aún lo guardo desde ese día, aunque no tenía ni idea que estaba ahí... Quién iba a decir, que ese Alan conocería a su ídolo, y tendría una relación con ella...

Porque todos soñamos con tener como pareja a nuestro ídolo, pero nunca pensamos lo que vendría después.



Cinco horas y cuarto después, ya me encontraba en el aeropuerto alemán. Mi avión se había retrasado por problemas meteorológicos.

Llego en el recinto del concierto, preguntando (en inglés, claro) de milagro. Es al aire libre, era un evento de música donde cada día, venía un artista diferente, hoy le toca a Lana del Rey. Ya veo pancartas anunciándolo, con su cara en ellas, yendo hacia allí, a ver gente, a la "familia" con coronas de flores al más puro estilo Lana. Aún es pronto, por suerte, he llegado media hora antes. Me apoyo en la pared que hace frontera con el recinto y saco un cigarro. Mientras analizo como se supone que voy a entrar si no tengo entrada.

Sin darme cuenta me fumo otro. Estoy nervioso como la primera vez. A ver, vamos a pensar, Alan. Hay guardias en las puertas, tanto delanteras como traseras. Las revisoras les acompañan. Hay un lavabo justo en la frontera de la vaya y la calle, con una ventana abierta. Me levanto y me dirijo hacia allí, como si fuera desinteresadamente. Me aseguro que nadie me ve, y doy un salto hacia la ventana. Primero meto una pierna, y luego la cabeza. Ahí me doy cuenta que es un lavabo de mujeres. Las chicas que se daban sus últimos retoques mirándose al espejo, ahora me observan a mí, muy extrañadas. Me quedo mirándolas, y pasamos unos segundos intercambiando miradas, no puedo echarme atrás. Así que acabo de meter todo mi cuerpo, y luego doy un salto hacia dentro del baño. Me siguen mirando sin saber qué hacer. Me coloco bien los pantalones intentando ganar tiempo para pensar qué decir. Me saco el cigarro de los labios y lo aguanto entre los dedos para poder hablar.

-Eh... sorry, I don't have tickets...So...

Me dirijo a la puerta de espaldas, mientras las observo un tanto avergonzado. Salgo disparado de ahí. Me vuelvo a colocar el cigarro en la boca y me lo termino mientras busco un lugar donde ver el concierto. Se está haciendo de noche, en Berlín anochece muy deprisa, incluso en verano. Capto un lugar ideal: debajo de las gradas, hay un espacio donde se puede ver, perfectamente el escenario. Me meto dentro, y luego me siento en el suelo. Apago el pitillo retorciéndolo en el suelo.

Las luces del escenario se encienden. Y empiezan a aparecer músicos. Y pensar que está a unos metros de mí, aunque no la vea... Es una sensación un tanto extraña. Conocida, pero extraña.

-Aaaaaaaaaa, aaaaaaa-tatarea ella detrás de el escenario.

Todo el público empieza a silbar, chillar y aplaudir. Yo no hago nada de eso, pero mi corazón se acelera a mil por hora al oír su voz, y una sonrisa aparece en mi cara. Después del tatareo, ella aparece por el lado derecho del escenario. La gente aún grita y vitorea más, a mi me lloran los ojos. La echaba tanto de menos... ya no sus besos, si no su rostro, simplemente. Sale sonriendo, como siempre sale en sus conciertos, e incluso en la vida real. Saluda animadamente al público con la mano y se acerca al micrófono del medio. Empieza a cantar "Cola", ya era tradición. Luego Body Electric, Gods and Monsters,



 Bel Air (en la que la noté un poco apagada, e incluso me atrevería a decir, triste), Born to die, Blue Jens, Nathional Anthem,




 Diet Mountain Dew,



Video Games (en la qué volví a notar cansada, comparado con Nathional Anthem), Yayo... y después del magnifico Ride y muchas más, acabó con Dark Paradise.

-Muchas gracias a todos por venir hoy, aquí conmigo. Siempre resulta agradable estar con la gente que me entiende y me apoya...-se despidió ella en inglés.

Se acercó al público, ya que le llamaban los fans, y recogió bombones, dibujos, cartas, y firmó autógrafos. Soltó una carcajada al ver que todo el mundo chillaba a la vez: Lana del Rey.



 Luego se volvió a despedir con la mano y lazando un beso a los espectadores. Pero entonces, cuando ella empieza a caminar hacia un extremo del escenario para irse, se para y da la vuelta. Se acerca al micrófono y traga saliva, pensando las siguientes palabras. Deja todos los regalos en el suelo, en un montón y vuelve a acercarse al micro. Parece pensarse las palabras con mucha delicadeza.




-El concierto ya ha acabado, y en mi lista de canciones que tenía que cantar no hay nada más. Pero entonces he recordado de que a él le encantaba esta canción, y que le gustaría mucho que la cantara si estuviera aquí-hace una pausa, y mira al suelo-. Así que esta va por ti. Lucky Ones.

Todo el mundo empieza a aplaudir como locos. Pero yo estoy en una burbuja. Me recuerda, no me ha olvidado, me esta dedicando la canción que me cantaba siempre cuando empezaba a despertarme. La canción que ella me susurraba con una mano en mi pecho y mirándome a los ojos con dulzura. La canción que explicaba que nos habíamos encontrado por casualidad, por capricho del destino. La que cita textualmente que yo la había salvado, de una manera u otra. Aunque también cuenta que hay problemas (las drogas en este caso) que he sido un mentiroso (era la verdad), y que le había traído problemas a su vida, en fila india. Pero no sin antes acabar diciendo que sentía que la locura compartida conmigo, era una locura buena. Era nuestra canción.   Lucky Ones


sábado, 4 de enero de 2014

CAPITULO 37

Tres meses después, se acabó todo. Con "todo" me refiero a las visitas interminables al juzgado y a las declaraciones, una y otra vez. El día que entró la policía al piso franco, nos detuvieron a todos por precaución y a los diez minutos verificaron que los miembros de la banda eran los otros, ni Ali, ni Jenn, ni yo. Ni tampoco Bruno. Les expliqué todo lo que había ocurrido, con el más mínimo detalle, a cambio, ellos me contaron que llevaban buscando a la banda desde hacia más de seis meses, que sabían quién formaban parte de toda esa organización, pero que habían resultado ser escurridizos en todas las ocasiones. Una vecina del edificio, avisó a la policía de que había oído disparos, y ahí fue donde intervinieron. Tres días después de todo eso, registraron "la otra casa" de Dani, que nadie salvo él, sabía que tenia. Encontraron 33.000 euros en efectivo, en una bolsa de basura, escondida en el trasfondo, en la pared, tapada con ladrillos. La banda quedó totalmente desarticulada, encontraron a cuatro miembros más que ese día no se encontraban allí, y los otros que no lograron atrapar, están en busca y captura. A todos, les cayeron más o menos entre veintiséis y treinta años de prisión, por blanqueo de dinero, posesión de armas ilegales, tráfico de drogas, y asesinato. Me daba igual que tuvieran que pasar media vida entre rejas, eso no me devolvería a  mi mejor amigo.

Bruno tuvo funeral. Asistieron seis personas: Ali, Jenn, sus padres, su hermana pequeña (a la cual él la quería como a su vida misma), y yo. Fueron invitadas 45. He tenido que aprender que el rencor no lleva a nada, y que si tienen algo más importante que asistir a su funeral, pues que debe ser su problema. Vestirme un smoking para ir una fiesta, es fácil. Vestirme un smoking para ir a ver a Lana, es aún más fácil. Vestirme un smoking para ir al funeral de tu mejor amigo... Eso, eso si que no es fácil.




Me despedí de él. Como siempre nos despedíamos los dos. "Adiós, hijo de puta". No le llevé flores a su tumba, le llevé un CD de Eminem. Él amaba el rap. Y si él creyera en alguna religión, sería una en que Eminem era Dios. Supongo que en el más allá, le servirá más un CD que unas rosas. Antes de irme, me arrodille delante de su hermana, intenté sonreír, pero solo me salió una mueca.

Después del funeral, me encerré en casa. No quería darme cuenta de que todo se había ido ya. Jenn me llamó al principio de mis días de soledad. Yo solo le respondía con respuestas cortas. "Sí", "no", "vale", "estaré bien". Y nada más. Perder a tu chica duele. Perder a tu amigo duele. Perder las dos cosas a la vez es un infierno. La casa esta demasiado tranquila sin sus gilipolleces diarias, sin sus ligues (algunos mejores que otros), sin la música rap a todo volumen desde su habitación, y por supuesto, sin su "sauna" (con sauna me refiero al humo espeso con olor a porro, que salia por debajo de la puerta).

Paso los días en pijama. ¿Para qué vestirme? Ya hace días incluso que no me afeito. Llevo una semana y media sin hablar con nadie y sin salir. Que pena que me dé igual. Ya me había leído todos mis libros de la estantería dos veces. Cuando la realidad falla, lo mejor es irse un tiempo dentro de los libros.

Me estiro en la cama. No he cambiado las sábanas porque aún huelen a su perfume. Imprimí la foto que nos habíamos echo Lana y yo, el día del hotel, y la puse en un marco. Ese marco reposaba en mi mesita de noche, y me miraba. Yo lo miraba. Otra vez llorando. Mi vista se vuelve borrosa. Que mierda todo. Lo más irónico, es que mi estantería, donde estaban los libros, había otra foto de Bruno y yo.


Vuelvo la vista hacia Lana y yo. Con la mano temblorosa y torpe, giro el marco y lo dejo al revés. Paso cinco minutos estirado, intentando no recordar momentos con Lana.

Después de esos minutos, noto que ya hacía rato que algo se clavaba en mi bolsillo del pantalón. Mi móvil. Lo saco, lo desbloqueo sin muchas ganas, ella de fondo, claro. No debería escuchar su música, es tocar más la herida, pero que me jodan. "Reproducción aleatoria". Bel Air

"Gargoyles, standing in the front of your gate,
Trying to tell me to wait..."

Mi sollozo se vuelve más sonoro. La echo tanto de menos... En mitad del tercer verso, Jenn aparece por la puerta. No me asusto al verla, aunque no la esperaba. Hacía más de una semana que no la veía.

-Hola-me saluda ella.
-No te he oído pasar.
-He llamado al timbre, pero no has contestado. Aunque sabía que estabas en casa.
-No había escuchado el timbre. ¿Cómo has entrado?

Esboza una sonrisa.

-Yo también me alegro de verte. Te recuerdo que me hiciste una copia de la llave, y siempre la dejas debajo de la alfombrilla, por si no estás en casa, o por alguna emergencia.
-Oh, es verdad.
-No sabía nada de tí, y te echaba de menos.

Se acerca al extremo de la cama, y se da cuenta del marco girado, lo mira, y lo vuelve a dejar como lo había dejado. No comenta nada al respecto. Abre la ventana, para que se ventile la habitación. Estamos a principio de verano, y hace calor. Se arrodilla en el suelo y me mira cerca. Me seca las lágrimas de mi mejilla con el pulgar. Mira mi móvil, que lo tengo agarrado como si fuera a caerse, como si tuviera miedo a que, lo único que me queda de ella es su música, vaya a desaparecer.


-No deberías hacerte eso.
-Su música es lo único que me queda de ella.

Me hace un movimiento de cabeza para que le deje un espacio, me muevo unos centímetros y ella se estira a mi lado. Me vuelve a observar cerca.

-Siento todo lo que ha pasado. No te merecías ninguna de las dos cosas.
-¿Porqué queremos a la gente que menos nos conviene?
-No nos conformamos con lo más fácil. Lo fácil de conseguir, aburre-hace una pausa y rebusca algo en su bolsillo- Casi se me olvida.

Saca una bolsita con marihuana dentro.

-Cuando yo estaba mal, me invitaste a uno. No sé si funcionó como tú querías, pero lo que yo quiero es que dejes de llorar cada vez que oyes algo sobre ella o de él.

Me siento en la cama, encima de la almohada y ella delante mío.

Abro el cajón y saco el papel, el grinder, cartón y el mechero. Parto los cogollos en trozos pequeños y los meto en el grinder, lo giro unas cuantas veces y después dejo la maria ya partida en trozos minúsculos, encima del papel de liar.

Con el cartón hago una boquilla y lo lío todo. Lamo el papel y lo uno, con agilidad. Todo eso lo he hecho cientos de veces, y la práctica no se pierde, así que tardo menos de dos minutos en acabar. Le pongo en porro el los labios de Jenn y lo enciendo. Ella me mira a los ojos mientras lo hago. Le da una calada y luego me lo pasa. Inspiro el humo con ganas y desesperación. No recordaba cómo sabia de bien. Me mareo un durante unos segundos.

-Tranquilo, chico-me dice ella, viendo mi reacción.

Cuando entra dentro, ya noto como me sube a la cabeza. Al sacar el humo, hago una O, que rodea la cara de Jenn.



-Menos chuleo, eh bonito.

Sonrío. La primera vez que lo hago desde hace mucho tiempo.



-Gracias por venir...-murmuro yo.
-No iba a esperar a que decidieras salir de aquí.
-Supongo que no.

Me mira a los ojos y luego se sienta más cerca mío.

-Alan... sé que esto es una mierda, pero debes mirar hacia delante. Conocer gente nueva, empezar a salir.
-Yo estaba bien como estaba.
-Ya lo sé cariño, ya lo sé.

Y me abraza. Sus brazos resultan reconfortantes... Más de lo que recordaba. La abrazo yo también. Quiera reconocerlo o no, la he echado de menos.

-Fuma-me dice poniéndome el porro el la boca.

Le doy una segunda calada.

-Has... ¿Has entrado en su habitación?-me pregunta, refiriéndose a Bruno.
-No. No he tenido el valor de hacerlo. Si su familia no quiere sus cosas, me las quedaré yo, pero creo que a su hermana le haría más ilusión que a nadie.
-¿La quería mucho, verdad?

Sonrío entre dientes.

-Ella era su vida. Si hubiera sido al revés, si su hermana hubiera muerto... Él se habría suicidado. Era la niña de sus ojos. De hecho, tenemos toda la nevera repleta de sus dibujos que le hacía.

Ahora empieza a sonar You're gonna love me de cuando aún hacia de Lizzy. Recuerdo que yo tocaba los acordes y ella la cantaba. Nos gustaba cantarla en el ático, donde estábamos nosotros solos con la música. Mis ojos miran hacia bajo, esa canción va acompañada de la mano con una lista de recuerdos.